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No son las 3, son más de las 4, y no es que sea tarde, es que no sé qué hora es. Estaría tal vez mejor durmiendo o tal vez debiera, como estoy, estar despierto. El caso es que si me apoyo hacia la izquierda un poco puedo darme contra el suelo. Lo que no sé es si al caer me despertaría. Hace unos días hice lo mismo y funcionó, no sé si fue que me dormí o me desperté, pero estaba en otra parte. Y ahora, si lo recuerdo, puedo estar en donde quiera. Y por eso estoy hablando contigo, no porque esté escribiendo (en mi imaginación, claro) un correo electrónico, que es algo que no hago nunca (¡qué ocurrencias...!). Y da la casualidad que mientras pienso esto está sonando música, que tal vez esté tocando yo, o que tal vez estuviese tocando en otro momento. El caso es que me reconozco en alguna parte (o frase, en éstas incluso un poco también...). Claro que también me pasa eso cuando, solo, escucho el silencio. Entonces me doy cuenta, veo cómo caen las cosas a mi alrededor en sus sitios, imantadas por la eterna fuerza de su presencia contingente ahí y ahora, donde están. Pero también, como decía un amigo mío -no recuerdo si inglés o mallorquín- "espera veneno de las aguas estancadas". Y entre esas frases, hablando contigo, ha comenzado a sonar la tarde, que está aquí a mi lado, a la izquierda, empezando a caerse también. Y ha sonado un géiser fuerte, ha sonado dentro de las paredes, que se han desperezado. Y en ese momento he sabido también que estaba despierto al lado de otras personas que estaban también despiertas, de pie, y fuera ha empezado a llover. Siempre llueve cuando algo es solemne, incluso cuando es fingida la solemnidad. Por eso llueve en casi todos los entierros.
Aparte de esos que estaban aquí, el resto creo que está aún dormido, y, para no molestarle (todavía), me he propuesto dar pasos de bailarina, apoyando las punteras con ligereza y precisión. Y me he puesto a bailar debajo del tejado, o puede que fuera en mi casa, con la lluvia cayendo en la mesa y los libros. Y ha sido un baile muy suave que me ha contagiado de despertar, del que brilla en los momentos rojos en los que cae el sol (cuando se levanta es porque se ha caído). Los soles no son otra cosa que herramientas, son palancas de luz que no todos saben utilizar. Paseando por Potsdam encontré una plaza redonda y silenciosa rodeada de casa bajas. En el medio de la plaza había una amplia rotonda con bancos en torno a un cataño. El castaño aún conservaba bastanttes hojas, cerradas y amarillentas. Los castaños están enfermos, se van a morir. Tienen tres tipos de enfermedades distintas, se van los castaños de Europa me decía Roderick dibujando a través de la ventana de mi salón las hojas cerradas y amarillentas del castaño del patio. Cerca de un gran montón de hojas secas encontré un par de pantuflas roídas que eran la imagen de la paz. Y en torno a la rotonda había casas, todas casas unifamiliares, de aspecto señorial. En todas ellas podía imaginarse una vida tan apacible que uno podría dejarse las pantuflas en la calle cualquier mañana. El sueño creo que continuaba...
Pero es mejor ir atando los cabos y abriendo las puertas: enfrente de la casa que escogí como propia en ese momento hay una iglesia con un pequeño jardín alrededor. Allí había un contador de energía solar, que ofrecía los datos actualizados de la fuerza del sol y de la energía que proporcionaba a los paneles del tejado de la iglesia. No creo que estuviesen colocados en el tejado de la iglesia, yo allí no los ví, pero sí que noté un resplandor nada propio de las tejas en uno de los edificios accesorios del templo. Y además, al pie del contador crecían unas rosas extraterrestres. Entonces me desperté. Estuve dormido, creo. Pero me desperté. Y supe que el sueño sólo volvería para hacer las paces conmigo.
Tal vez intente ahora tirarme hacia la izquierda y dormir.
Aparte de esos que estaban aquí, el resto creo que está aún dormido, y, para no molestarle (todavía), me he propuesto dar pasos de bailarina, apoyando las punteras con ligereza y precisión. Y me he puesto a bailar debajo del tejado, o puede que fuera en mi casa, con la lluvia cayendo en la mesa y los libros. Y ha sido un baile muy suave que me ha contagiado de despertar, del que brilla en los momentos rojos en los que cae el sol (cuando se levanta es porque se ha caído). Los soles no son otra cosa que herramientas, son palancas de luz que no todos saben utilizar. Paseando por Potsdam encontré una plaza redonda y silenciosa rodeada de casa bajas. En el medio de la plaza había una amplia rotonda con bancos en torno a un cataño. El castaño aún conservaba bastanttes hojas, cerradas y amarillentas. Los castaños están enfermos, se van a morir. Tienen tres tipos de enfermedades distintas, se van los castaños de Europa me decía Roderick dibujando a través de la ventana de mi salón las hojas cerradas y amarillentas del castaño del patio. Cerca de un gran montón de hojas secas encontré un par de pantuflas roídas que eran la imagen de la paz. Y en torno a la rotonda había casas, todas casas unifamiliares, de aspecto señorial. En todas ellas podía imaginarse una vida tan apacible que uno podría dejarse las pantuflas en la calle cualquier mañana. El sueño creo que continuaba...
Pero es mejor ir atando los cabos y abriendo las puertas: enfrente de la casa que escogí como propia en ese momento hay una iglesia con un pequeño jardín alrededor. Allí había un contador de energía solar, que ofrecía los datos actualizados de la fuerza del sol y de la energía que proporcionaba a los paneles del tejado de la iglesia. No creo que estuviesen colocados en el tejado de la iglesia, yo allí no los ví, pero sí que noté un resplandor nada propio de las tejas en uno de los edificios accesorios del templo. Y además, al pie del contador crecían unas rosas extraterrestres. Entonces me desperté. Estuve dormido, creo. Pero me desperté. Y supe que el sueño sólo volvería para hacer las paces conmigo.
Tal vez intente ahora tirarme hacia la izquierda y dormir.
3 comments:
Muchas gracias a todos por vuestra efusividad. La verdad es que nunca me han importado demasiado vuestros comentarios, pero ahora, que no me oís, me cago en ellos. Hasta mañana.
Y en todos sus compañeros....
He tenido la suerte de hablar contigo hace unas horas... Ya te dije, un placer volver a verte cincelando la negrura... Empezar por el sueño, las primeras capas, con el aguarrás evaporándose bajo tu nariz y crecer en fase rem hasta la furia y el despertar... Cada día espero estas ofrendas que te nacen del parpadeo, el sueño más profundo y más fugaz
dicen que está muy bien admirar a la gente que quieres, me pasa eso contigo y con todos esos extraños seres que nos han rondado estos últimos años... yo soy cascarón de huevo, siempre lo fui...dejó de importarme...
...gracias por compartir parcelas de tu sueño...
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