FERNANDO PÉREZ FERNÁNDEZ
Padre, no te he hecho caso. Ni a ti, madre.
Ni a mi colección de maestros, consideré que estaban demasiado amaestrados. No eran para mi sus palabras. Ni siquiera las mías eran para mi (en húngaro sería lo mismo: mío, para mi), esas pequeñas babosas de la conciencia a las que yo ayudaba a resbalar por mis brazos, viéndolas caer y retorcerse, y aprovechar tan solo su mucosidad aliviante recubriendo mis trepanadas manos. Y después, con ojo sádico (Antipater heródico), volver a hurgar. No creí la gravedad, el aire... y respiraba diciendo que es una amalgama, un nudo gordiano, es una mazorca de maíz. (Madre, lo sabes.) Y yo lo sé, pero me aguanto. Me he aguantado mis heces mil veces, las he transportado como una chinchilla fiel. Mira, hijo, no ves cómo no son morales asquerosas de infames despojos humanos, leprosos correteando detrás de ti por la calle para tocarte. No te hagas tanto caso.
-No pienses, no pienses en ti (Tú sólo sabes hablar de ti... bueno, ¿y de quién sino? Y poco. Y mal.)
Y yo rascaba y almacenaba y apilaba una capa sobre otra, unidas por finos cuchillos. Se abrió allí la herida, a la que constantemente regaba con sal. Y aún hoy la miro y la veo supurar sus burbujeantes aleaciones que quieren apretarse y cerrar la piel, cortar el despilfarro económico de su orificidad. Gettava pesci vivi a pellicani famelici... Pero no es esto para pedir perdones, no es cirugía preventiva. No hay aguaceros sin regusto a traición (me estoy calando, me digo). Y me pongo de nuevo un rato más bajo el grifo fofo de mi complacencia, sonriendo a una aparición gusanesca que fermenta en el espejo (estás bien, estás vivo). Pero la Vida es una lucha que perdí de repente, as on a festal day in early spring.
-No pienses, no pienses en ti (Tú sólo sabes hablar de ti... bueno, ¿y de quién sino? Y poco. Y mal.)
Y yo rascaba y almacenaba y apilaba una capa sobre otra, unidas por finos cuchillos. Se abrió allí la herida, a la que constantemente regaba con sal. Y aún hoy la miro y la veo supurar sus burbujeantes aleaciones que quieren apretarse y cerrar la piel, cortar el despilfarro económico de su orificidad. Gettava pesci vivi a pellicani famelici... Pero no es esto para pedir perdones, no es cirugía preventiva. No hay aguaceros sin regusto a traición (me estoy calando, me digo). Y me pongo de nuevo un rato más bajo el grifo fofo de mi complacencia, sonriendo a una aparición gusanesca que fermenta en el espejo (estás bien, estás vivo). Pero la Vida es una lucha que perdí de repente, as on a festal day in early spring.
Todo ha pasado por esa criba estratosférica de la sublimación. (Va a doler, me decía, me va a...) Y todo ese ciclo se completa con el nomadismo, la noria constante con meta en Edom, siempre en lo rojizo. Allí también las rocas me simulaban (and I am born to die), el pulso del suelo marcando constantes composiciones arrítmicas, ora tango, ora tango, ora vals. ¿Qué prefiero preferir? ¿Prefiero algo? ¿Y si prefiero, quién prefiere? Y aún más, ¿se debe preferir? ¡Si no sé bailar! Estoy prefiriendo pensar esto, por la pasiva, por la tumbona en el patio trasero de la lucidez, por los cohetes que se remojaron en agua bendita (los remojaste tú, los mojaste y remojaste), por la fatal barba de los tiempos, de los pasados y los futuros. El presente es su báculo, un campo magnético que revela su presencia en sonidos, como es este silencio este silencio este... En mi soledad he visto cosas muy claras que no son verdad. Este silencio y sus músicos, bardados tras la luna cromada de los oídos, de las palabras, de sus gestos, desencajándose las mandíbulas (pronunciaciones antimaxiladas). Se ríen de mi, no oye el silencio que estamos tocando, se dicen.
-Sería conveniente que madurase usted el oído, se le aclarará mucho la visión, la luma cromada, se descromará. Pero ¿cómo? ¿La Muerte sin su velos, sin sus perfumes? (Carcajadas) Y ya podrán subir o bajar las mareas, a usted eso no le hará daño (¡no puede ser que lo sepan! ¿acaso no disimulo bien mi dolor?) En todo caso, le vendrá bien, queremos decir, Esto, decimos... le sanará. Es decir, que no le maleará, o por lo menos no como hasta ahora, o por lo menos eso no, o por lo menos... ¿por lo menos? ¿y por lo más? ¿No es allí, arriba, largo alto ancho todo, más?. Podrá dedicarse tranquilamente entonces a la labor de imitar el canto de los ruiseñores, como usted desea (pero, ¿cómo pueden saber Eso?) Y, cogiendo aguja e hilo, me cosí la boca.
Ahora, tras muchos tirones, me he descosido, y los labios parecen un piano de teclas de carne bamboleante, mi saliva se ha enrojecido (¿otra vez? los diques que construimos son de risa...) Pero quería decir esto, aunque fuese lo último que hiciese antes de hundirme en esa roca, de hundirme esa roca en la frente, de acabar con los hechos y contrahechos, de ver resplandores, y creerlos. Incluso puede que vuelva a apostar, desde niñó amé el póquer y el hipódromo. Pero antes, la piedra, la caliza roja, el betún de mi nombre, ese autófobo yo atascado en el marco de la puerta (¡Cúanto has crecido! Demasiado, señora...) Me he quedado un rato pensando en hacerles a los cisnes unas buenas dentaduras de diamante, para que despedazen bien el cuerpo fofo tendido durante kilómetros a lo largo del canal. Vallas y veredas, palabras y postes, marcas, balizas, puntos de apoyo creo que alguien los llama. Basta con no serrar todos los bastones y luego intentar olvidarlo. Por ahora (pero no, no basta, mira lo que te dice la piedra roja, te dice más rojo, más más y siempre... ¿ahora?), en fin, no hacer caso dicen, aparca el cerebro en doble fila, y que piten (me lo dicen pitándome amorosamente, pintando de nuevo el sonido de rojo), por ahora, decía, puede ser que sí, o que no. Intentaré buscar jueces no adictos. Todos los que conozco desintegran los pensamientos o los entronan antes de leerlos, sentados cantando mazurcas al calor de sus bodegas de ácido sulfúrico. Me recuerdo demasiado a mi mismo diciéndome esto, me apunto con mi fusil al pecho, o al ombligo. ¡Eh, Picho! ¿Recuerdas aquel ombligo... recuerdas el ombligo sobre el prado verde? El ombligo, el ombligo, Picho, ¿dónde está?
Lo olvidaré, el ombligo, y todo irá mejor. Porque voy a mentir mejor, y a mi el primero.
-Sería conveniente que madurase usted el oído, se le aclarará mucho la visión, la luma cromada, se descromará. Pero ¿cómo? ¿La Muerte sin su velos, sin sus perfumes? (Carcajadas) Y ya podrán subir o bajar las mareas, a usted eso no le hará daño (¡no puede ser que lo sepan! ¿acaso no disimulo bien mi dolor?) En todo caso, le vendrá bien, queremos decir, Esto, decimos... le sanará. Es decir, que no le maleará, o por lo menos no como hasta ahora, o por lo menos eso no, o por lo menos... ¿por lo menos? ¿y por lo más? ¿No es allí, arriba, largo alto ancho todo, más?. Podrá dedicarse tranquilamente entonces a la labor de imitar el canto de los ruiseñores, como usted desea (pero, ¿cómo pueden saber Eso?) Y, cogiendo aguja e hilo, me cosí la boca.
Ahora, tras muchos tirones, me he descosido, y los labios parecen un piano de teclas de carne bamboleante, mi saliva se ha enrojecido (¿otra vez? los diques que construimos son de risa...) Pero quería decir esto, aunque fuese lo último que hiciese antes de hundirme en esa roca, de hundirme esa roca en la frente, de acabar con los hechos y contrahechos, de ver resplandores, y creerlos. Incluso puede que vuelva a apostar, desde niñó amé el póquer y el hipódromo. Pero antes, la piedra, la caliza roja, el betún de mi nombre, ese autófobo yo atascado en el marco de la puerta (¡Cúanto has crecido! Demasiado, señora...) Me he quedado un rato pensando en hacerles a los cisnes unas buenas dentaduras de diamante, para que despedazen bien el cuerpo fofo tendido durante kilómetros a lo largo del canal. Vallas y veredas, palabras y postes, marcas, balizas, puntos de apoyo creo que alguien los llama. Basta con no serrar todos los bastones y luego intentar olvidarlo. Por ahora (pero no, no basta, mira lo que te dice la piedra roja, te dice más rojo, más más y siempre... ¿ahora?), en fin, no hacer caso dicen, aparca el cerebro en doble fila, y que piten (me lo dicen pitándome amorosamente, pintando de nuevo el sonido de rojo), por ahora, decía, puede ser que sí, o que no. Intentaré buscar jueces no adictos. Todos los que conozco desintegran los pensamientos o los entronan antes de leerlos, sentados cantando mazurcas al calor de sus bodegas de ácido sulfúrico. Me recuerdo demasiado a mi mismo diciéndome esto, me apunto con mi fusil al pecho, o al ombligo. ¡Eh, Picho! ¿Recuerdas aquel ombligo... recuerdas el ombligo sobre el prado verde? El ombligo, el ombligo, Picho, ¿dónde está?
Lo olvidaré, el ombligo, y todo irá mejor. Porque voy a mentir mejor, y a mi el primero.
2 comments:
Pesa esta piedra tanto como una nube, compartes aliento con el cuchillo y el vientre.
Si te conociera, cuánto podrías decirme de ti, de todos los hombres que corren contigo y que levantan su casa en la parte umbría de los trigales.
Leerte es desaparecer.
Amigo/a lector/a, esto/a es mi tem-a menos tratado/a. Pienso que piensas bien. Pienso paso a paso, no desespero, espero. Puedo decir también que hace frío, que entra por los pies y por la espalda, y puedo decir Asfalto Exactitud
Boca
Paralelo
Estigma
Huida (parezco un indio, pero más sucio)
aaachís
Y el cuchillo y el vientre son primos. Míos.
Post a Comment