I
Mis cajas de respuesta se han parado. O tal vez hayan sido las de pregunta… Prueba: el movimiento en sí es una imagen, una imagen veloz, fugaz, una lumbre encendida, de la cual recibir un calor. Las respuestas.
El calor, viene resbalando calle abajo, hecho un ovillo de uñas… Allí, allí donde se arremolinan los patos (mira cómo hunden la cabeza en el agua), allí donde se cruzan las sombras. Recuerdo que tenía una cara, dentadas maxaladas y mastodónticas… no puede ser mamút, no puede ser que fueran lanzas. Ya no hay uña, calle, maxilar, ya no hay aquí, y hace tiempo que una ausencia cosquillea entre las mantas. No estoy, y no estoy preocupado, sólo desespero… Y es como brindar por travesías contra el viento (siempre se brinda contra algo), contra la marea, contra el propio zarpar. Sí, ya he vuelto a la rivalidad, el cenáculo empañado de saliva y tenedores… No poder escarmentar del todo -¿y es que es necesario? Estar diciendo esto que dice alguien que no está aquí…- Tal vez nunca hubiese aquí, ni estampa ni calle abajo ni nada que rodase, nadie rodaría, ni nada… como ahora… ¡Ah! pero nunca se sabrá, está archivado en el fondo del castillo, en la tripa de Kafka. Estáperonoestá.
No escucho siquiera el murmullo de la arcilla, el susurro del lodazal, que ni contesta ni sabe (el encuestador se retira a sus aposentos). Espero el tronco hueco en el que seremos alojados; ni siquiera ahí nos querremos dar la mano. El asco, la repugnancia, el repelús. Podría venir, estar aquí, aparecerse. La arcada, el espasmo.
Soy un niño abrumado bajo el peso de los tilos. No llega, nada llega (¿dónde está esto que ahora me rodea?). No tengo una ciencia estable, mi vara de medida es el palmo, lo cierro y estrujo en él el mundo amedrentado. Un oso atrapa una trucha muerta de un zarpazo. Todo está ahora aquí, en la zarpa, rociando su sangre sobre la nieve, que no llega, como la veo partir ahora, cuajada de trenzas. No es que falte desde hace mucho, aún la veo subirse al tren… Los trenes vienen ahora repletos de personas. Todo está aquí ahora, gotas, pulso, enjambre… El oso alérgico, la zarpa rosa, la sangre blanca.
II
Tenemos imágenes que se
“agitan”, y el significado
no es simplemente algo que esté
muy claro. Son, por ejemplo,
las bombillas, que desaparecen
en la oscuridad, y es
este modelo de accidentes de coche
y miedo. Un joven
yace estirado en el suelo
desnudo bajo una gran
claridad y “agita”
su mano. Ese joven soy
yo. El significado de
dicha escena es sencillo.
Como si en el recuerdo
sólo esta única “imagen”
fuese real. “Hice” esto
y más tarde, cuando terminé,
este “movimiento” quedó atrás. Visto
desde bien cerca, desparecen
las partes individuales y se convierten en “miedo”.
Luz artificial, Rolf Dieter Brinkmann
(Traducción autóctona y semilibre)
III
Se van... se mueren... tienen tres tipos distintos de enfermedades... se van los castaños de Europa. Eso me cuenta Roderick dibujando las hojas cerradas y amarillentas del castaño del patio. Las familias, los parentescos… A veces son como epidemias de hemofilia. Recuerdo de pronto un cuadro en el que creía ser un pintor y estaba compartiendo aliento con unas subnormales. Los tilos son sus primos, de los castaños… ¿se irán también? ¿como nosotros? Ella diría que no,… y que sí, que siempre estarían, como nosotros. Que siempre estarían nosotros, vosotros… Pero ha pasado un hipocampo negro y ha sellado la memoria con pez.
Es invierno. Una temporada ha pasado una estación un vehemente rescate de los pinos y una revolución de las laderas. Han salido los barcos, han vaciado las lonjas, no hay ron, no hay rumores, no hay un destino de no-llegada. Veo a alguien al fondo, de fondo. ¿Pero qué me digo? También ella falta a la cita con las estaciones. No he vivido nada desde el otoño, no te recuerdo pero te siento cerca, crujiendo en mis huesos… es extraño… ¿tú me recuerdas?
IV
Están marchitos los lugares, los sonidos, los animales. ¿Ser caníbal por el otro, o por uno mismo? ¿Un ser caníbal?
Baja la voz, espera el silencio de los cisnes, el silencio que salta de entre sus cantos, agazapado como el cazador de las palabras -asesino dirían algunos, luego venderían rifles-. El silencio que se obtura, que palidece y se llena de sonidos. El aleteo del silencio.
Piensa en eso que giraba, que lucía en el fondo de la charca; piensa en el cielo plomizo de mil películas mil veces mil insomnios en las que nos creímos vaqueros. Piensa golpe, disparo y polvo. Piensa azul, bordados en las ventanas, piensa un horizonte que no piense en negro.
Habita en las cuevas un baile diabólico, una danza que crece como los anillos en los árboles, entre los años y los hombres. Un silencio de clarinete, de percusión, de ditirambo. Baila el enjambre, baila el panal, baila –esperando- la hidra, baila el corro de adoquines, los cuervos, bailan los parones, los tirones, baila un dosificador caliente, un artefacto de luz, baila la sal en el fondo de las marismas, baila…
Eso era todo… bastaba un dos un dos y comenzar, contrabajo, saxo. Bastaba Charlie Parker, que murió de risa. Bastaba su risa. De hecho, ya basta desde hace mucho.
Desgajé la naranja, aunque yo ya sabía que no, que será un no… Aunque una cosa sí es cierta: la soledad del mar y los males de abril.
V
Los trenes que van a Bruselas paran en Berlín, los trenes van vacíos, el mundo está lleno de trenes buenos, sus pasajeros son ancestros, epígonos, homónimos y heterónimos... Son trenes de jugo gástrico, de acidez. Los trenes han embancado, han jugado al juego malo, pero siempre hay trenes buenos. Los trenes aprenden a ser árboles, aprenden a hacer nudos y echar flor…. aprenden a desaprenderse. Hay trenes que gozan de mi aprecio, y hay trenes que deben descarrilar. Hay un tren para cada uno, hay trenes-burra para los que no van a pedales, pero eso no son trenes... En todos los rostros hay un tren, ése es su encanto.
Y yo no tengo problemas, sólo misterios…
VI
Ilumina ahora, oh Musa, los ojos de este ciego para engarzar con pulso firme las constelaciones. Tejed enredaderas de fuego, marcad los lugares con brasas y recordad la vida en el humo, copiad sus versos eternos.
Yo tengo en mí un sagrario incendiado.
Y las lenguas, por fin, podrán arder… y consumirse.
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